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martes, 15 de julio de 2014

EL DOMINANTE.

Quien domina es un hombre varonil, que por naturaleza posee un carácter fuerte. Es alguien seguro de si mismo, que se impone sobre los demás, que está acostumbrado a mandar y que sabe hacerse obedecer.

Alguien que se considera superior a cualquier sumiso, que sabe que nació para mandar sobre ellos. Un dominante sabe que nació para ser servido. Y sabe también que el mundo está lleno de sumisos deseosos de servirlo.

En consonancia con los límites acordados. El dominador busca ser dueño absoluto de su dominado, de sus cuerpo, mente e incluso de su espíritu.

Puede imponer sobre ellos su voluntad. El Amo tiene puede hacer con un sumiso lo que se le antoje: lo puede usar, maltratar, insultar, humillar, castigar, violentar atar, subyugar, vejar, ensuciar, exhibir, prestar, prostituir, o cualquier otra cosa que le provoque placer, respetando siempre el acuerdo del nivel de Dominio-sumisión establecido entre ellos.

No existe un modo único para tratar a un sumiso, un buen dominador reconoce la naturaleza de cada uno de sus siervos, puede detectar su grado de entrega y de acuerdo a esta evolución, establecer un plan de entrenamiento tendiente a profundizar su sentido de humillación y entrega.

Todo sumiso trae cierto potencial de obediencia, pero un buen  Amo es el que es capaz de conducir y estimularlo para que aumentar su nivel de servilismo, desarrollar su capacidad de obediencia, su resistencia a los castigos y humillaciones.

A pesar de ser el dueño de su sometido, un Amo es cuidadoso de él.

Especialmente evitando cualquier riesgo que afecte su salud. Aplicará siempre los castigos evitando situaciones que desequilibren irremediablemente su seguridad. Debe haber una absoluta y amplia comunicación entre ellos, para que ambos tengan total claridad de lo que pueden o no hacer durante una sesión. Lo ideal es que antes de ella, ambos establezcan un contrato de sumisión por escrito. En el anexo III puede consultarse un ejemplo.

Hay más sumisos que dominantes, porque es más difícil ser dominante.

Contrario a lo que piensa mucha gente, el dominante lleva la peor parte: el sumiso nada más se deja conducir, en cambio, el dominante tiene que pensar qué van a hacer, hacerlo y, además, asumir la responsabilidad del placer y la seguridad de ambos.

Casi siempre el Dominante es responsable de la educación de su sometido, de que cuente con elementos teóricos que faciliten la comprensión del tema, de resolver sus dudas, etc. Esto implica que debe de actualizarse él mismo, preparase a fondo. Un Amo tiene su stock mínimo de herramientas físicas para una buena sesión.

Una sesión de sumisión implica para un Amo un gran trabajo, desde elegir el mejor lugar y la hora mas apropiada. Un Amo experimentado no deja nada al azar. En su mente o por escrito tiene un guión para cada sesión. Establece una lista de requerimientos, según el nivel de sumisión de su siervo. Debe calcular necesidades de tiempo y económicas.

Y luego, durante la sesión, es el responsable de crear el ambiente. Él decide si hay silencio o música, cuando habla, cómo habla, que lenguaje usa en cada momento, qué preguntas hace al sumiso, incluso cuándo debe callar. Todo esto enfocado a generar la tensión y expectación necesaria en el sumiso.

Luego, al terminar debe de hacer un recuento de lo ocurrido, hacer una especie de reporte mental o escrito sobre lo que sucedió en la sesión, se pregunta que fue lo mejor, que estuvo menos bueno y como podría mejorar su siguiente evento. También elabora una suerte de evaluación integral del sumiso, del desarrollo de sus capacidades y debilidades, todo esto con el fin de ayudarle a mejorar su desempeño en siguientes sesiones.