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sábado, 15 de febrero de 2014

¿Por qué nos gusta besar?

La respuesta es más extraña y lógica de lo que crees.
 
Los besos son una forma cultural del cariño, del afecto y del deseo. Besamos por las razones más extrañas –para hacerle saber al otro que lo queremos, que queremos tener sexo, o simplemente porque es divertido. Pero el acto de besar puede encerrar algunas claves de nuestra evolución como especie a través del cuidado que nuestras madres nos dan cuando nacemos, además de proveer información valiosa sobre nuestro estado de salud y nuestra aptitud para el apareamiento.


Los besos se sienten bien. Un buen beso quema entre 2 y 3 calorías por minuto, descargando epinefrina y noreprinefina haciendo que tu corazón lata más rápido, además de estar relacionado con la disminución del llamado “colesterol malo” y con una disminución de la percepción del estrés. Pero el beso no es solamente lo que ocurre durante el beso, sino también lo que el beso produce y comunica a pesar de nosotros mismos.

Los psicólogos evolucionistas han llegado a la conclusión de que lo que hoy conocemos como “beso” fue en algún momento una forma de alimentación, que consiste en masticar la comida y pasarla a otra boca, de los hijos, por ejemplo —muy parecida a la que vemos en los pájaros y algunos primates aún hoy en día.

Pero esta forma de alimentación no era extraña hace no mucho tiempo: antes de los alimentos procesados para bebés y las licuadoras, las madres podían ahorrar tiempo y alimentar de boca a boca a sus hijos, transmitiendo además una dosis extra de zinc, hierro y carbohidratos a través de la saliva.

Además, la saliva del adulto puede transferir generadores de anticuerpos, sumado a que la comida predigerida puede ser absorbida más fácilmente por los bebés. Los rostros, además, son el primer contacto que tienen los seres humanos con el mundo, pues durante los primeros meses no pueden enfocar a una distancia mayor de 25 cm., más o menos la distancia entre el rostro del infante y el de su madre durante la lactancia.

La saliva además es una especie de huella digital: transfiere información a la otra persona sobre tu estado de salud, y los receptores de mucosa en nuestras bocas son sensibles a hormonas, como la testosterona. De hecho, un buen beso podría ser indicador del tipo de pareja potencial que el otro podría ser para ti –todo a nivel hormonal, recordemos.

Pero no todas las culturas utilizan el beso como “muestra gratis” o atisbo de una pareja potencial. Algunas investigaciones creen que los besos pudieron haber sido favorecidos evolutivamente con recompensas para nuestro cuerpo como mecanismo para lidiar con la incertidumbre y la elección. Por decirlo así, la naturaleza nos fuerza a probar y descartar, de modo que encontremos una pareja apta para el apareamiento.

Y si todas estas explicaciones no bastaran, la más simple sigue siendo la más convincente: besar se siente bien.

Fuente: In Out Post

Solo placer...


Riesgo de la sumisión


Con la vulnerabilidad física y emocional viene un riesgo mayor.

Arriesgamos que nuestros cuerpos sean dañados, ser marginados, y tener nuestro corazón roto de extrañas formas que no estamos preparados para manejar.

Por supuesto, incluso la gente vainilla se rompe el corazón, pero nuestra estructura social y cultura apoya o incluso da glamour al corazón roto. No hay libro de reglas para el publico que ayude a un esclavo a asumir el específico dolor de ser abandonado por un Maestro que ha adorado.

No sólo estamos practicamente sólos cuando se trata de recuperarnos de nuestras relaciones BDSM fallidas, sino que a menudo no podemos compartir los asuntos específicos de nuestras relaciones con nuestros amigos vainilla, que no pueden entender qué es lo que hacemos.

Por el lado bueno, las recompensas pueden ser extraordinarias. No sólo amar, sino volar. No sólo tener intimidad, sino ver directamente en el alma de otro. Confiar como nunca has confiado antes; ser confiado como nunca habían confiado en tí.


Nuestras relaciones pueden aparejar más trabajo y riesgo, pero la recompensa es una experiencia incomparable.